A Buddhist monk lived high in the mountains, in a small stone house. Far, far in the distance was the ocean, visible and beautiful from the mountains. But it was not visible from the monk’s house itself, nor from the approach road to the house. However, in front of the house there stood a courtyard surrounded by a thick stone wall. As one came to the house, one passed through a gate into this court, and then diagonally across the court to the front door of the house. On the far side of the courtyard there was a slit in the wall, narrow and diagonal, cut through the thickness of the wall. As a person walked across the court, at one spot, where his position lined up with the slit in the wall, for an instant, he could see the ocean. And then he was past it once again, and went into the house.
Este fragmento del libro “A Pattern Language” le sirve al arquitecto Christopher Alexander como introducción para hablarnos sobre cómo podemos prolongar el goce de algo bello. Según Alexander si el monje de la historia construyera un gran ventanal para tener siempre presente la vista del océano, con el tiempo se volvería algo obvio, monótono, convirtiéndose finalmente en poco más que otra pared de la casa. En cambio al situar la vista en una zona de paso se disfruta esporádicamente, permitiendo que la experiencia no degrade.
Nuestros sentidos parecen estar especialmente preparados para detectar cambios en los estímulos que nos rodean. Un razonamiento evolutivo sencillo a este comportamiento, reconozco que no muy esmerado, es que algo que está quieto parece poco probable que nos mate, así que mejor estar atentos a si se mueve. Esta atención a las variaciones acaba implicando que los sentidos prestan poca atención a lo no-cambiante, provocando que muchos estímulos constantes como la luz ambiente, el ruido, el contacto de la ropa que llevamos, etc. acaben siendo obviados, proceso que se conoce como adaptación sensorial.
Al explotar cualquier estímulo, al abusar de una animación, un sonido, un color, etc. estamos contribuyendo a esta adaptación sensorial: no significa que al final nos resulte molesto o repetitivo, sino que simplemente llega un momento en que nos da igual.