La gamificación, como sabréis, a parte de ser la buzzword del momento, consiste en la aplicación de mecánicas de juegos a sistemas interactivos para influenciar o motivar a sus usuarios. Estas mecánicas no son más que recetas, o patrones, que parten de principios psicológicos, más o menos comprendidos, que permiten mejorar la experiencia, haciendo que lo que antes era aburrido pueda pasar a ser ameno. Puntos, logros, premios, marcadores, etc. son elementos típicos de la gamificación, que normalmente permiten crear una capa artificial de desafíos y progreso encima de una actividad que inicialmente puede no tener ningún interés.
Desde mi punto de vista, el verdadero objetivo, y reto, de un diseñador no debería ser únicamente superponer esta capa de diversión, sino conseguir manipular la propia actividad para que pase a ser autotélica, esto es, facilite que el usuario perciba la finalidad de la tarea como ella misma, sin premios externos: se disfrute de lo que se está haciendo, no sólo del hecho de terminarlo o lograrlo. De esta forma la propia actividad se podría convertir en un mecanismo para acercarnos a ese temporal nirvana en la Tierra bautizado por Mihály Csíkszentmihályi como “experiencia óptima”; o lo que es lo mismo:
Being completely involved in an activity for its own sake. The ego falls away. Time flies. Every action, movement, and thought follows inevitably from the previous one, like playing jazz. Your whole being is involved, and you’re using your skills to the utmost.