Interfaces adaptativas

Hace casi ya 3 años, cuando Ethan Marcotte se sacó de la manga el “Responsive Web Design” tomó prestada la idea de otro sitio, de algo llamado “responsive architecture”.

Esta arquitectura “sensible” es un planteamiento basado en intentar romper la rigidez clásica de los edificios y otorgarles cierta capacidad de adaptación que les permita responder a necesidades inmediatas de sus usuarios y no únicamente a las necesidades genéricas, determinadas durante el proceso de diseño.

El palabro parece que fue inventado por Nicholas Negroponte, quien ya escribía sobre ello en los 70, intentando buscar una forma de humanizar la relación entre la gente y las construcciones. Un objetivo, la humanización, compartido con los diseñadores de interfaces, quienes justamente investigamos a los usuarios, sus tareas y sus cosas para obtener unos requisitos que serán la semilla de una interfaz.

Lo problemático es que nuestro proceso de investigación, como tantos otros, se nutre de muchas técnicas basadas en la categorización o la determinación de “acuerdos”. Un ejemplo son las personas de Cooper, con las que intentamos reducir la complejidad y disparidad de los usuarios a unos pocos perfiles; o los análisis de clustering de card-sorting, con los que determinamos el nivel de “acuerdo” existente sobre la estructura organizativa de ciertos conceptos.

Este proceso de investigación no deja de ser, y perdonad la expresión, un “café para todos”, que además cuenta con el agravante, digno de Capitán Obvio, de ser previo al propio uso de la interfaz.

¿Podríamos dotar a las interfaces de cierta capacidad para entender las necesidades particulares de los usuarios en un momento y lugar determinado? La respuesta es sí, y tampoco es nada novedoso, tenemos otro palabro para ello: “interfaces adaptativas”, cuya implementación se ha limitado tradicionalmente a preguntar al usuario en tiempo de ejecución “¿y tú quién eres?”

Un sitio web de una entidad financiera, con su típica dicotomía “Particulares” y “Empresas” podríamos considerarlo un ejemplo rudimentario de interfaz adaptativa. Otro, algo más “inteligente”, es el de una aplicación de salud que a partir del login del usuario ofrece opciones para médicos o enfermeros según corresponda. Pero yo creo que nuestra meta debería ser ir más allá, imitar esa arquitectura «sensible” en la que obviamente el usuario no se limita a elegir, sino que es el propio edificio quien se adapta y muta en función de las necesidades inmediatas.

Y no, no me estoy subiendo al carro de “eliminar la interfaz”, o al menos no de lo que yo entiendo por interfaz (que considero que pese a su etimología va mucho más allá de una mera superficie de contacto). Hablo de crear interfaces que, al estilo de la interfaz predictiva de Mathematica o Google Now de Android, tengan capacidad de anticipación para poder ofrecer al usuario información y acciones que tengan sentido en ese particular momento, en su contexto ambiental, social, organizativo y personal.

Publicado por

Dani Armengol

Consultor independiente de arquitectura de información