Identifying patterns of discrimination in Information Architecture

This Sant Jordi I was given a children’s book as a present (yes, I’m 37 years old, but that’s a discussion for another time). The book was “Etiquetes”, “Labels” in Catalan, by Joan Turu, an illustrated album about Neus and how everybody is always labelling their existence.

"Etiquetes", Joan Turu. Bindi Boks.
A child with an angry expression with many paper labels attached to his body with string.

On the back cover we can read a question:

“Do [labels] limit us, make us accommodate, separate us, and make it difficult for us to change?”

I never get tired of stating that labels, and organizing systems in general, are not only descriptive, they are also inherently normative and shape the way we act.

There are many people labelling, categorizing, and classifying out there, but some of them are professional labelers, categorizers, and classifiers. We call them information architects. And information architects, like everyone else, always introduce biases and exclusionary views into the organizing systems they design.

It’s dangerous when we take this for granted without questioning it, but it’s not always easy to be aware of these biases. For example we may find resources classified in a certain way without being explicitly labelled (e.g., resources grouped or structured by gender, but not explicitly labelled in a gendered way). These elusive situations may be hard to spot, but users of these organizing systems derive meaning from these implicit classifications, perpetuating assumptions about how we should interact with the world.

Let me make this clear: I realize that all this is not precisely new, but we need to increase professional awareness about these situations in our field. We can do better: we need to learn to uncover discriminatory structures, we must facilitate discussion on these issues, and we need to teach better our students about them.

Maybe we can collect, model and name structural patterns of discrimination in information architecture; creating a vocabulary for these patterns to facilitate communication. Does this makes sense?

This Wednesday I will be presenting «Identifying patterns of discrimination in Information Architecture» at the poster night at The information architecture conference 2021. A personal work in progress with the ultimate goal of supporting Neus to have more freedom to decide their own labels, if any.

Organizando tríos

Advertencia de contenido: En este artículo se tratan cuestiones sobre bifobia y sexismo en el marco de la pornografía.

Un popular sitio web de pornografía que me ahorraré mencionar incluye “Bisexual male” entre sus categorías. Dentro se ofrecen vídeos con escenas de sexo grupal, tríos en su mayoría, del estilo MMF (male-male-female), es decir, dos hombres y una mujer interactuando entre los tres (incluyendo, por si no queda claro, interacciones entre los dos hombres).

Disculpad que no me entretenga mucho en el hecho que clasificar tríos en una categoría llamada “Bisexual male” refuerza el estereotipo de asociar la bisexualidad a la promiscuidad (e invisibilizarla cuando no es así). Lo que me gustaría tratar con más detenimiento es otra observación: tenemos “Bisexual male” pero no existe, sin embargo, la categoría equivalente femenina: “Bisexual female”.

La profesora y psicóloga Breanne Fahs explora a través de varias entrevistas en “Compulsory Bisexuality: The Challenges of Modern Sexual Fluidity” cómo la “heterosexualidad obligatoria” (esto es, la visión heteropatriarcal de que la heterosexualidad sería la única orientación sexual “natural”) ha cambiado: las nuevas normas sociales generan contextos en los que se espera, y se estimula, una bisexualidad femenina performativa para el goce masculino.

Así, la categoría “Bisexual female” no existe porque en el marco de la mirada (o más bien presencia) masculina, la bisexualidad femenina no es una opción, es la norma. Y como es norma no es necesario crear categoría para ella (al igual que no existe una categoría para actrices y actores blancos): no es pertinente meter en una caja lo que se considera predeterminado.

Si se sigue explorando y se da un vistazo a la categoría “Threesomes” (dedicada al sexo grupal donde intervienen tres personas), se pueden encontrar vídeos del estilo MFM (dos hombres sin interacción entre ellos con una mujer), FFM y ocasionalmente FFF. Apenas parece haber vídeos FMF (donde las mujeres no interactúan), ningún MMM y la mayoría de los vídeos MMF de la categoría “Bisexual male” están ausentes.

Alguien podría argumentar que se trata de una clasificación fruto de algún proceso de diseño centrado en los usuarios: el perfil objetivo del sitio web no espera encontrar contenido MMF clasificado en “Threesomes”.

Dejo el card sorting como ejercicio para quien lea esto, pero os avanzo que todo apunta a que se saca de la caja lo que la mirada masculina hegemónica considera inapropiado, raro o poco deseable:

Anything that does not accommodate the male gaze must be demeaned and diminished; anything that does not support male dominance must be rendered insignificant. The near-extreme denial of men’s same-sex desire, for example, reveals to us the limitations of our acceptance for anything other than (compulsory) heterosexuality. For women, the rules are clear: either choose a man for a sexual partner or choose a woman with a man’s approval.

Tomado de “Compulsory Bisexuality: The Challenges of Modern Sexual Fluidity” de Breanne Fahs.

Escoger la categoría “Threesomes” para hablar de este tema no es casual: los tríos son la fantasía sexual más popular entre hombres y mujeres, el “género” pornográfico más visto por mujeres (independientemente de su orientación sexual) y uno de los términos de búsqueda sexuales más habituales.

La cuestión de fondo es que el tratamiento de estas categorías no es solo el reflejo de una realidad problemática, sino también un engranaje de un sistema que se retroalimenta, en este caso, a partir de affordances cognitivas:

Discursive interface analysis goes beyond function, examining affordances broadly – the features, but also what is foregrounded, how it is explained, and how technically possible uses become more or less normative through productive constraint. It takes the premise that how sites are built reflects assumptions about what site visitors will do, which becomes a normative claim about what Users should do when incorporated within the interface – acting to ‘configure the user’, at least as an ideal.

Tomado de “The interface as discourse: The production of norms through web design” de Mel Stanfill.

En nuestro contexto sociocultural (con una educación sexual claramente escasa, deficiente y con un enfoque reproductivo), navegar por categorías de material pornográfico debe ser entendido como algo más que un acto puntual y específico en busca de excitación. Es también una exploración sexual personal, que puede verse influenciada, o “configurada” (afectando comportamientos futuros y expectativas), antes incluso de ver ningún vídeo, por decisiones enteramente estructurales. Tan estructurales como la mera organización de los tríos.

Niña o niño

Me parece muy útil distinguir los términos “categorizar” y “clasificar” y evitar entenderlos como sinónimos.

Categorizar es describir una serie de categorías con la intención de organizar una colección de elementos; mientras que clasificar es asignar a cada elemento una, o varias, de estas categorías. Vamos, que primero expongo que existen piedras y árboles, categorizo, y ya luego determino si lo que tengo delante es una piedra o un árbol, clasifico.

Diferenciar estas expresiones nos puede proporcionar riqueza léxica a la hora de hablar de sistemas de organización.

Al tema: se tiende a considerar erróneamente que existen dos categorías para el género, “mujeres” y “hombres”, ignorando todo un espectro de identidades. Esto es un problema de categorización: los cajones con los que se pretende organizar a la gente no admiten identidades bigénero, agénero o no binarias en general, personas que no se perciben a sí mismas como femeninas o masculinas.

Por otro lado, también se suele crear una equivalencia incorrecta entre sexo y género, llegando al extremo habitual de asignar categorías de género en función de los genitales. En este caso no es una cuestión de categorización, sino de clasificación: se invisibiliza con ello a las personas intersexuales (personas con características que no encajan en las definiciones típicas binarias de sexo) y se clasifica incorrectamente al nacer a las personas trans.

Y así, cuando me entregan el informe de ecografía y veo que han escrito “niña” o “niño”, se evidencia que ahí confluyen ambos problemas: ni la categorización ni la clasificación son correctas. Se asigna una categoría que ni siquiera debería existir en ese momento. Es, a mi modo de ver, un sistema de organización absolutamente roto. Y uno que impacta enormemente en la vida de las personas.

Informarnos puede ser el primer paso necesario para contribuir a reparar este sistema. Si tenéis dudas sobre estos temas y os interesa saber más, os recomiendo esta guía editada por el Instituto Canario de Igualdad: “Sexualidad. Cuerpos, identidades y orientaciones”.

La arquitectura de la información

Hace apenas 50 años si dabas un paseo por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos podías encontrar en la categoría “Sexual deviations” tratados sobre pederastia, incesto, violaciones y… homosexualidad.

Pero en los 70, gracias a los esfuerzos de la Task Force on Gay Liberation, un subgrupo de la American Library Association, los ensayos de temática gay cambiaron de estantería. Pasaron de “Sexual deviations” a “Sexual life” (a decir verdad, la mudanza material, de estantería, vino mucho después, pero permitidme la licencia simbólica).

"Library of Congress authority card: Homosexuality". Se observa "Sexual perversion" tachado entre otros cambios de categoría.
Tomado del artículo “Let’s Not Homosexualize the Library Stacks”, por Melissa A. Adler, del Journal of History of Sexuality.

A partir de ese momento si te interesaba algo sobre el movimiento de liberación gay ya no tenías que buscar entre textos de crímenes sexuales.

Así, más allá de la información que contenían los libros individualmente (gracias a la particular disposición, y no otra, de las frases, palabras y letras que los componían), su propio contexto también proporcionaba nueva información, una que no residía en las obras, sino en la relación entre ellas.

Esta información estructural en algunos casos puede ser enorme y cambiar totalmente el sentido de lo que percibimos. Es lo que sucede por ejemplo con el efecto Kuleshov en montaje audiovisual, que describe cómo hay más significado en la relación entre tomas que en una sola toma aislada:

Poniendo en orden, lo que Le Corbusier llamaría “crear arquitecturas”, contamos historias. Dos objetos sin relación pasan a tenerla si los colocamos juntos. Dos eventos paralelos pasan a ser percibidos como causa-efecto si los presentamos en secuencia.

Los sistemas de organización no solo son descripciones de la realidad. No son neutrales; son normativos: sus historias nos influyen y nos susurran cómo debe ser el mundo.