I want it all

Mientras leéis esta frase se han hecho tres compras en ebay a través de un teléfono móvil. Tres por segundo, de hecho, según informaba Techcrunch a finales de 2011. No todo son compras de “todo a cien”: la estadística dice que se adquieren 2.600 vehículos por semana e incluso tres deportivos Ferrari al mes. Visualicémoslo: imaginad a alguien, de ese 10% que admite hacer compras en el baño, sentado en la taza, con los pantalones bajados, intentando alcanzar el papel higiénico con una mano y pujando por un Ferrari en ebay con la otra.

“Every time you assume someone won’t want to do something on mobile, you’re wrong”. — Josh Clark

Ok, los usuarios quieren hacer de todo con el móvil. ¿Pero es siempre conveniente? Interesante es el caso de la empresa de búsquedas locales Yelp. Desconozco qué harán ahora, pero en 2009 no permitían escribir opiniones de un restaurante desde su aplicación móvil. Según ellos las opiniones escritas de esta forma acostumbran a ser simplistas, abusando de abreviaciones y, en general, de poca calidad. Yelp no quiere opiniones de mala calidad, así que prefiere que los usuarios sólo puedan escribir borradores desde el móvil y los terminen en otro dispositivo.

Imaginad ahora una empresa prohibiendo el uso del correo corporativo en el móvil por el mismo motivo. O una entidad financiera denegando una autorización mediante firma electrónica de una operación de cierta cantidad. O ebay impidiendo que alguien sentado en la taza del váter haga una puja de más de medio millón de dólares por un deportivo italiano. ¿Tiene sentido?

Seguramente no, no tiene sentido. Es nadar a contracorriente. Estamos inmersos en un modelo acelerado de sociedad en el que primamos el frenesí, la aparente eficiencia y lo compulsivo. Yelp puede hacer lo que le dé la gana, pero habrá gente que querrá seguir haciendo reviews de restaurantes in-situ: móvil en una mano, tenedor en la otra. Como cantaría Freddie Mercury: “I want it all, and I want it now”

Bajas expectativas

Después de más de una década con la misma operadora móvil, hace un par de semanas decidí cambiar. Para ello interactué exitosamente con varias personas y sistemas de Movistar, Pepephone e incluso Apple, implicando varias herramientas en el proceso:

  • Navegador web para acceder al sitio web de Pepephone y poder rellenar un formulario de solicitud de portabilidad.
  • Cliente de correo electrónico donde recibir mensajes que me confirmaban la solicitud y me informaban de su estado.
  • Móvil donde obtener un SMS indicando la fecha y hora de llegada de una nueva tarjeta SIM por correo postal.
  • Espacio físico donde el repartidor pudiera entregarme en mano la tarjeta y un contrato.
  • Cuenta de Twitter para poder solicitar a Movistar la liberación del móvil (evitando lidiar con el 1004).
  • iTunes, para autorizar la liberación con Apple.
  • Teléfono donde recibir una llamada de Movistar para que les confirme la portabilidad.
  • Buzón de correos, donde enviar de nuevo a Pepephone el contrato ya firmado.

Todo funcionó bien, con los tiempos que me indicaron y de la forma acordada. Estoy satisfecho. Y me parece mal. Me parece mal estar satisfecho. Encuentro demencial que nuestra relación con algunas operadoras pueda ser tan absolutamente penosa como para que todo este proceso me parezca satisfactorio.

Creo que estamos en una situación en que la interacción con la mayoría de empresas e instituciones simplemente no funciona. Estamos en lo más bajo de una inventada pirámide de Maslow de diseño de servicios y somos incapaces de valorar en su justa medida atributos como la eficiencia o la facilidad cuando, lo normal, es que simplemente nadie nos haga puto caso.